Las masonerías en el mundo contemporáneo. Octava entrega. La masonería en Mexico y Uruguay
A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad
Las masonerías en el mundo contemporáneo
(Octava entrega)
H.·. Oscar Figueredo
M.·.M.·.
Log.·. José Martí Nº 125
La masonería latinoamericana (Capítulo tercero)
La masonería en México y Uruguay
El historiador Manuel Sepúlveda Chavarría expresa en la Introducción de su obra Crónicas de la Masonería Chilena lo siguiente: “Así como en lo profundo de la mares y en la hondura de los ríos discurre una corriente impetuosa, que no se divisa en la superficie y que arrastra a las masas líquidas, orientándolas a través de los caminos abisales, la historia de los países parece impulsada por una corriente benéfica que empuja a las naciones y a la humanidad hacia mejores destinos, que va creando nuevas condiciones en las zonas que recorre y que contribuye generosamente a la construcción de la personalidad de los hombres que la conforman”.
En las naciones de América Latina, la Masonería Especulativa se transformó en un activo agente liberalizador de la sociedad. Su obra perdurable fue la lucha contra los déspotas y el colonialismo.
A comienzos de ese tiempo, cuando aún no existían los partidos políticos, esto es, según la definición de Maurice Duverger, las entidades de interés público, que con el fin de promover la participación de los ciudadanos en la vida democrática y contribuir a la integración de la representación nacional, comparten intereses, visiones de la realidad, principios, valores, proyectos y objetivos comunes, para de una forma u otra alcanzar el control del gobierno o parte de él, para llevar a la práctica esos objetivos. Ese rol lo cumplieron las diversas Logias Masónicas o Para Masónicas, que tuvieron o participaron de enfoques diversos.
Ejemplos de la diversidad de enfoques son aquellas logias que conformaron, en los albores de la fundación de la Masonería Brasileña, lo que se denominó como la Masonería Roja (liberal y republicana) y la Masonería Azul (liberal también, pero monárquica); o la “Logia de los 19” formada entre los oficiales liberales portugueses durante el gobierno de Lecor en la Provincia Cisplatina (hoy Uruguay) y la “Logia o Sociedad de los Caballeros Orientales”, cuyo objetivo fundamental era expulsar a las fuerzas luso-brasileña del territorio y su incorporación a las demás Provincias Unidas del Río de la Plata.
Los enemigos de la revolución
Las acciones emprendidas por los masones y otros hombres de espíritu libre en pos de liberar a la tierra americana de su dependencia colonial de España, en pos de fundar naciones soberanas, tuvieron no sólo la natural resistencia de los ejércitos reales, sino la del más poderoso aliado del trono absolutista: la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.
Ante el avance de la Ilustración y de las ideas liberales, la Iglesia había opuesto la crueldad de la Santa Inquisición y sus tribunales de horror. Un disciplinado ejército perseguía a los herejes, a los presuntos enemigos de la Iglesia y de las resoluciones del Concilio de Trento.
Como directa consecuencia de la condena papal a la Masonería, ésta se transformó en un vehículo de los planteamientos de la filosofía, de la ciencia, de la Ilustración y las ideas liberales.
En 1816, Pío VII dictó una Encíclica con la que condenó y repudió la emancipación de las colonias americanas, recomendando destruir y desarraigar a los sediciosos que el hombre enemigo había sembrado en los países y, consecuentemente, acatar el gobierno de Fernando, el Rey Católico para quien, decía la Encíclica, no hay nada más precioso que la religión.
La Masonería no se había fundado ni organizado sus logias como entes antirreligiosos, contrarios al catolicismo u otra confesión religiosa; sin embargo, las continuas condenaciones y las persecuciones organizadas contra la Institución y sus miembros, terminaron por alejar a éstos de aquélla, posibilitando que se desarrollara el racionalismo, el positivismo e incluso el radicalismo en sus filas.
Las hogueras de la Inquisición, destaca Manuel Sepúlveda Chavarría, no se apagaron en España (y en todo el mundo llamado hispánico) sino hasta el año 1826, cuando fue ejecutado el último de los “herejes contumaces”: Cayetano Antonio Ripoll, un maestro de escuela valenciano, librepensador y deísta, que fue ajusticiado el 31 de julio de ese año de 1826.
La Masonería en México: sus orígenes
Los orígenes de la masonería en México se remontan a finales del siglo XVIII, cuando llegaron a ese país un nutrido número de súbditos franceses de la corte del Virrey, algunos escapando de la represión europea contra los jacobinos.
No pocos habían estado previamente en Inglaterra, en contacto con las logias británicas. La Inquisición detuvo a Juan Laussel, cocinero del Virrey, y por sus confesiones se supo que en la relojería de Juan Estrada Laroche había conocido al Dr. Durrey y a los peluqueros Lulie y Du Roy, identificándolos “por las señas estatuidas por la fraternidad”. Con ellos, según se dijo, llegó a celebrar el solsticio de verano de 1791. La primera logia formal, sin embargo, la fundó Enrique Muñiz en la casa No.5 de la calle de las Ratas, en la ciudad de México, domicilio del regidor Manuel Luyando.
Época insurgente y Primer Imperio: En 1812 Ramón Cerdeña y Gallardo, el canónigo más antiguo de la catedral de Guadalajara, fundó en la ciudad de Xalapa la Logia “Caballeros Racionales”, lo que le valió ser procesado por el Santo Oficio. En sus declaraciones afirmó haber sido inducido por Vicente Acuña, un agente de la Sociedad de Americanos fundada en España por el argentino Carlos Alvear.
Las primeras logias mexicanas no fueron sino una transferencia de las logias españolas, y su principal tendencia fue la política, ostensible entre los militares y los políticos emigrados. Hacia 1817 se fundaron las logias «Arquitectura Moral» en la capital de la Nueva España, «Amigos Reunidos núm. 8» y «Reunión de la Virtud No. 9» en Campeche, con patentes de Luisiana.
En 1821, a la llegada del último virrey, Don Juan O’Donojú, el Dr. Manuel Codorniú estableció la Logia «El Sol», cuyo objetivo era sostener el Plan de Iguala y excluir al clero de toda intervención en la educación.
El Plan de Iguala, o Plan de Independencia de la América Septentrional, fue un pronunciamiento político proclamado por Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, el 24 de febrero de 1821, en la ciudad de Iguala de la Independencia, Estado de Guerrero; en el cual se declaraba la Independencia de México y que precedió en unos meses al Acta de Independencia otorgada y firmada el 28 de Setiembre de 1821.
Sus cuatro puntos fundamentales fueron: A) Establecer la independencia de México. B) Mantener la monarquía encabezada por Fernando VII o alguno de los miembros de la Corona española. C) Establecer la religión católica como única. D) Establecer la unión de todas las clases sociales.
En 1823 el Gral. Guadalupe Victoria, primer presidente de la República, fundó en Xalapa la «Gran Legión del Águila Negra», junto con el cubano Simón de Chávez. Su objetivo era ridiculizar al clero y destruir la teología católica. Sólo admitían personas simpatizantes con la independencia y deseosas de expulsar a los españoles.
El caudillo insurgente Vicente Guerrero fundó en 1825 la logia «Rosa Mexicana«, que juntó con otras cuatro inició sus trabajos sin obtener patente de algún organismo oficialmente reconocido. Para ello requirió el apoyo de Joel R. Poinsett, diplomático norteamericano, quien obtuvo las tres patentes pero del rito de York. Esto provocó disputas entre los recién nombrados yorkinos (progresistas, federalistas y liberales) y los escoceses (simpatizantes de los realistas y encabezados por Nicolás Bravo).
Nicolás Bravo fue un militar y político mexicano que fue presidente de la República en 1839, entre 1842 y 1843 y en 1846. Tras atesorar un merecido prestigio en la lucha contra los españoles y contra Iturbide, Nicolás Bravo se convirtió en uno de los más relevantes caudillos de la facción centralista conservadora y llegó a ocupar la presidencia en tres ocasiones, si bien sus mandatos no excedieron la insoslayable brevedad de aquellos tiempos convulsos.
En la división política que siguió a la deposición de Iturbide, Nicolás Bravo fue considerado uno de los primeros dirigentes de la masonería escocesa, conservadora y centralista, frente a los grupos seguidores del embajador Joel R. Poinsett, adheridos al rito yorkino, federalista y radical. Bravo había representado a la facción moderada, inclinada hacia una solución borbónica y monárquica; pero al cancelarse los artículos del Plan de Iguala que abogaban por ella, encabezó el partido conservador, que pretendió instaurar una república indivisible y centralista.
Tras disputas irreconciliables, algunos mexicanos encabezados por Guillermo Gardet, José Ma. Mateos y Carlos Rinaldi fundaron el Rito Nacional Mexicano (RNM) libre e independiente en su régimen interior respecto a otros ritos. En 1826 dio cartas patentes a cinco logias: «Meridiano Anahuacense», «Igualdad», «Terror de los Tiranos», «Despreocupación Indiana» y «Luz Mexicana».
El conflicto escoceses-yorkinos tomó un giro inesperado con la proclamación del Plan de Ocotumba, donde los escoceses liderados por Nicolás Bravo pedían la abolición de las sociedades secretas.
Los yorkinos encabezados por Vicente Guerrero no pudieron detenerlos y el 25 de octubre de 1828 expidieron una ley que prohibía la masonería. Yorkinos y miembros del Rito Nacional Mexicano (RNM) apoyaron a Vicente Guerrero en la carrera presidencial. Los escoceses apoyaron a Manuel Gómez Pedraza, quien finalmente ganó la elección.
Sin embargo, tras el acoso de Vicente Guerrero terminó por huir dejándole la presidencia. Los yorkinos volverían al poder con el ascenso del Gral. Antonio López de Santa Anna, quien había presentado a la asamblea general del RNM un programa que comprendía los siguientes puntos: Libertad absoluta de opiniones y supresión de las leyes limitantes de la prensa. Abolición de los fueros al clero y a la milicia.
Segundo Imperio y Reforma: El 15 de enero de 1847, en el salón del Senado de la República, habilitado especialmente como recinto masónico, se inició como aprendiz de la logia «Independencia Núm.2» el licenciado Benito Pablo Juárez García.
En 1855, los masones apoyaron la candidatura de Juan Álvarez siempre y cuando actuara conforme a los principios liberales del Rito Nacional Mexicano. En 1857 se promulgó una nueva constitución con significantes aportaciones de Juárez, Ocampo, Arriaga, Comonfort, Iglesias, Gómez Farías y otros, tras lo cual el RNM comenzó a decaer al consumarse jurídicamente sus anhelos.
En octubre de 1865 se constituyó la Gran Logia del Valle de México, organizando por primera vez a la masonería mexicana en un cuerpo nacional y cuya presidencia fue ofrecida a Maximiliano de Habsburgo, Segundo Emperador de México, quien la rechazó en favor de algún masón nacional.
La Masonería en Uruguay: sus orígenes
En el año 2009, el Centro de Investigación y Estudios Masónicos de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, en el Área de Historia Masónica, llevó a cabo una investigación que fue publicada y difundida parcialmente.
De la misma, extraemos el siguiente relato:
Si bien puede presumirse la presencia en la Banda Oriental de HH.·. masones iniciados en Europa, durante el siglo XVIII, fue recién en 1807, durante las invasiones inglesas, que la Orden llegó a estas tierras. Ese fue el marco de la iniciación del criollo Miguel Furriol (del que se sabe que ocupó cargos en la administración artiguista de la Provincia) en la Logia militar No. 192, instalada por integrantes del 1er. Batallón del Regimiento Irlandés No. 47 de Infantería, el 18 de julio de 1807.
A partir de esa fecha, aparecen en distintos momentos de la historia de la Banda Oriental, numerosos hombres que lucieron antecedentes como participantes en las actividades masónicas. Son conocidas las calificaciones de varios de ellos, con grados que corroboran una formación y aceptación de los principios de la Orden, a la vez que reflejaban poderosas y fértiles vinculaciones internacionales.
Las investigaciones históricas no han revelado hasta ahora la existencia formal de logias masónicas dentro del territorio, pese a que se mencionan las Logias Tercera Lautaro y de los Diecinueve, formadas por porteños exiliados y oficiales portugueses respectivamente. También se mencionan las Logias de los Independentistas y la posterior de los Caballeros Orientales, formadas por ciudadanos orientales rebeldes a los gobiernos portugués y brasileño.
Asimismo, se afirma que existió la Logia de los Aristócratas integrada por masones que rodeaban y compartían con Lecor, reuniones y fines políticos favorables a la autoridad luso-brasileña.
Sin embargo, pese a que hubo actividad masónica durante esta dominación luso-brasileña, parecería que no sería sino hasta 1827, con la fundación de la Logia “Les Enfants du Nouveau Monde”, regularizada por el Gran Oriente de Francia en 1844 con el nombre «Les Amis de la Patrie«, que surgiría una verdadera logia masónica en nuestro territorio, con el respaldo formal de algún Oriente conocido.
Posteriormente, el 21 de enero de 1830, se funda en instancia la Logia “Asilo de la Virtud”, que solicitó su reconocimiento a la Gran Logia de Pennsylvania, y en enero de 1831 la Logia “Constante Amistad”, que solicitó el suyo a la Gran Logia de Filadelfia, ante la inactividad del Gran Oriente de Brasil, que había suspendidos sus actividades por disposición del Emperador de Brasil y Gran Maestre del Gran Oriente de Brasil, Don Pedro I, en octubre de 1822.
Fundación del Gran Oriente del Uruguay: “Con fecha 7 de octubre de 1854, el H.·. Gabriel Pérez obtuvo del Supremo Consejo y Gran Oriente de Brasil, el encargo de “fundar, constituir y establecer el (Supremo) Consejo del mismo rito en la República Oriental del Uruguay”, siendo reconocido al efecto como Soberano Gran Comendador.
Por la misma carta se le facultaba para designar como Lugarteniente Gran Comendador “a aquel Hermano que después de él fuese el más antiguo recibido en el referido grado 33º”, nombramiento que recayó en el H.·. Salvador Tort, 33º.
El 24 de junio de 1855, Salvador Tort junto a los HH.·. Bruno Más de Ayala, Florentino Castellanos, José Ellauri, Juan Biugglen y Francisco Lecocq, dejaron instalado y constituido el Supremo Consejo del Rito Escocés Antiguo y Aceptado de la República Oriental del Uruguay.
A partir de entonces, dicho Supremo Consejo encaró la ciclópea tarea de promover la unificación y regularidad de las logias y cuerpos masónicos que funcionaban en el país (como el denominado “Supremo Consejo y Gran Oriente de Montevideo”, reconocido en 1854 por el Gran Oriente Nacional Brasileño o “do Passeio”), lo que se vio coronado por el reconocimiento otorgado por parte del Supremo Consejo del Gran Oriente de Brasil, al Muy Poderoso Supremo Consejo y Gran Oriente del Uruguay como Potencia Masónica, independiente y regular, hecho ocurrido el 17 de julio de 1856.
Las logias fundadores fueron Asilo de la Virtud, Constante Amistad, Perseverancia, Decretos de la Providencia, Fe, Esperanza, Caridad (estás tres últimas creadas a partir de la Logia Misterio y Honor), Unión y Beneficencia, Sol Oriental, Cristóbal Colón de Paysandú, Restauración de Cerro Largo, Unión y Filantropía de Gualeguaychú y Unión del Plata de Buenos Aires, a partir de la cual y por impulso del H.·. Dr. José Roque Pérez, se constituyó en 1857, por reconocimiento de la Masonería uruguaya, el Supremo Consejo y Gran Oriente de la Argentina, actualmente Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
En el próximo capítulo, que será el último que dedicaremos a la Masonería Latinoamericana, nos referiremos al surgimiento de la Orden en las repúblicas de Chile y Argentina.
Referencias bibliográficas:
- Duverger, Maurice (1957). Los partidos políticos. México D.F.: Fondo de Cultura Económica.
- Lagomarsino, Luis Alberto (1983). La Cruzada de los Caballeros Orientales.
- Mateos, José María (1983). Historia de la masonería en México. Desde 1806 hasta 1884. México: Editorial Herbasa.
- Diccionario Enciclopédico de la Masonería (2004). México: Editorial Valle de México.
- Zeldis, León (1997). Las canteras masónicas. Madrid.
- Centro de Investigación y Estudios Masónicos (2009). Historia de la Masonería del Uruguay–Apuntes Área de Historia Masónica.
- Dotta Ostria, Mario (2006). Caudillos, Doctores y Masones. Montevideo: Ediciones de la Plaza.
- Sepúlveda Chavarría, Manuel. Crónicas de la Masonería Chilena (Tomo I). Santiago de Chile: Ediciones de la Gran Logia de Chile.