Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano
A L.·. G.·. D.·. G.·. A.·. D.·. U.·.
Libertad Igualdad Fraternidad
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano
H.·. Fernando Sanchis Muñoz
Oriente de Buenos Aires, 22 de junio era Vulgar
VM.·., QQ.·.HH.·.
A los Hijos de la Viuda, nos toca hoy recordar a Manuel Belgrano. Es difícil en una corta plancha trazar el recorrido de su vida, que fue intenso desde todo punto de vista.
Fue mucho más que el creador de la bandera nacional, que por otra parte originalmente era azul y blanca. El celeste y blanco se adoptó luego de la batalla de Caseros. Pero ya que el 20 de junio es la fecha de su fallecimiento, empezaré recordando las circunstancias de su fallecimiento, para pasar después a otros episodios de su vida no tan divulgados.
Olvido
Belgrano murió a las 7 de la mañana, en la misma casa donde había nacido, ubicada a 8 cuadras de aquí, en lo que hoy sería el N° 430 de la avenida que lleva su nombre. Falleció en medio de un caos político («el día de los tres gobernadores”), que le restó sonoridad a sus exequias.
El Dr. Omar López Mato en su libro Trayectos póstumos señala que: “las fiebres de la malaria, su sífilis estudiantil y el desencanto de la guerra entre hermanos, lo condujeron a la suerte final. Belgrano fue enterrado en la iglesia de Santo Domingo. Le hubiese correspondido un lugar más cercano al altar, por las generosas donaciones que su familia había hecho a la parroquia. Pero su fama de masón lo relegó a un sitio más apartado. Debió usarse como lápida el mármol de una cómoda, a falta de dineros para un entierro más digno.
Pasados los años se agigantó la figura de este notable abogado [,] devenido en entusiasta general. La historia le devolvió la gloria, y la gloria, un postrer reconocimiento. Le fue encomendado al escultor italiano Ettore Ximenes hacer el glorioso monumento que portase sus restos. El 2 de Junio de 1903 se retiró la lápida que lo cubría y uno a uno fueron extrayendo sus huesos para depositarlos en el nuevo sarcófago. Las autoridades en pleno asistieron al acto, interesadas en este póstumo homenaje.
Como al pasar, el Dr. Estanislao Zeballos, canciller en ese entonces, tomó algunos de los huesos de la mano, se los extendió al general Richieri –omnipotente Ministro de Guerra–. Se miraron y como distraídos, se los llevaron al bolsillo de sus sobre todos. Terminado el acto, pensaron que nadie se había percatado de esta inocente toma de souvenirs. No fue así. Al día siguiente los periódicos se hicieron eco de la sustracción. Obligados por la opinión pública, devolvieron los huesos desviados de su definitivo reposo”.
Otras versiones aluden no a huesos, sino a algunos dientes y con diferentes protagonistas.
Una vieja nota hace justicia al único periodista que se hizo eco del fallecimiento de Belgrano, el increíble fraile de combate Francisco de Paula Castañeda. Ni La Gaceta, que era publicación oficial, ni el Argos, con sus cien ojos, supieron del deceso de Belgrano. Ningún periódico dio la noticia, a excepción del Despertador Teofilantrópico de Castañeda, el cual a los cinco días del luctuoso acaecimiento, trató de despertar a los dormidos porteños. Poco pudo hacer, aunque consta que, en los días 27 y 28 de ese mismo mes, en la iglesia de Santo Domingo, hubo funerales.
Reconocimiento
Como suele ocurrir muchas veces en nuestro país dividido a razones políticas, es este caso hubo que esperar 50 años después de su muerte, para que en 1870, se nombrara una comisión masónica integrada por el general Bartolomé Mitre, Manuel José Guerrico y el general Enrique Martínez, encargada de erigir un monumento ecuestre en la Plaza 25 de Mayo (hoy Plaza de Mayo).
Albert-Ernest Carrier-Belleuse realizó la figura del prócer, quien a su vez confió al argentino Santa Coloma la realización del caballo. Santa Coloma fue el primer argentino en nacer en una delegación diplomática nacional en el extranjero: nació en Burdeos, Francia, cuando su padre se desempeñaba, designado por Bernardino Rivadavia, como Primer Cónsul General de la República.
A su vez, la escultura del caballo se convirtió en el primer monumento realizado por un escultor argentino. El caballo no se parece al criollo que montaba Belgrano, pues al no haber estado nunca Santa Coloma en la Argentina (la Enciclopedia de Arte de Francia lo considera un escultor francés), no conoció los caballos argentinos.
La inauguración tuvo lugar el 24 de septiembre de 1873 (sexagésimo primer aniversario de la Batalla de Tucumán), ante la presencia del presidente Sarmiento y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Mariano Acosta. Irónicamente, Sarmiento había señalado años antes al tío del escultor, Martín de Santa Coloma, al general Justo José de Urquiza para que lo degollara en Caseros.
Según las crónicas de la época, para la inauguración 20.000 personas se establecieron en la plaza, azoteas y balcones contiguos, como no se veía desde hacía mucho tiempo. Estuvieron presentes el gobierno, el clero, el ejército, la marina, comercios, la banca, colegios, representaciones extranjeras; y esa noche se cantó el Himno Nacional Argentino en el Teatro Colón. En su discurso, el general Mitre afirmó que “la estatua fue erigida por gratitud pública bajo el auspicio del gobierno de Buenos Aires y con el concurso del gobierno Nacional; el óbolo del pueblo”.
El intendente Marcelo Torcuato de Alvear (también masón) consideró que el basamento era demasiado bajo para la importancia del monumento, por lo que decidió elevarlo sobre un gran pedestal de granito rosa de Salto pulido.
Pero Manuel Belgrano no tuvo paz, ya más cerca de nosotros, el 30 de junio de 2007 robaron del Museo Histórico Nacional el reloj de oro de bolsillo de Belgrano, que le había regalado el rey Jorge III de Inglaterra, y que fue regalado por el prócer antes de morir al fiel doctor Redhead, en signo de agradecimiento. Afortunadamente los responsables del robo fueron capturados y condenados y el reloj volvió al Museo Histórico Nacional.
Su vida
Mitre dijo de él que “fue uno de los sublimes soñadores que se anticiparon a los capitanes de la revolución”. Belgrano manifestó al respecto: “Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentaría con ser un buen hijo de ella”. Releyendo su biografía uno tiende a pensar que es el verdadero Padre de la Patria; y, si hubo varios, sin lugar a duda, fue el primero.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús nació nuestro héroe, cuarenta años antes de la gran revolución que lo inmortalizó y a la que sirvió con abnegación ejemplar. Estudió en España (en la Universidad de Salamanca, un aula lleva su nombre), donde se recibió de abogado en Valladolid y fue nombrado en 1794 secretario del Consulado.
De vuelta en Buenos Aires, trajo consigo aires e ideas libertadoras, contagiado de la Revolución Francesa y de sus contactos. Dijo Belgrano: «Se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido».
De regreso a Buenos Aires, emprendió obras progresistas: creó las Escuelas de Comercio, de Náutica y de Dibujo, y encontró gran resistencia, pese a ponerlas bajo la advocación de diversos santos.
Cuando sucedieron las invasiones inglesas, los miembros del Consulado prestaron juramento de reconocimiento a la dominación británica. Belgrano se negó a hacerlo, y como fugado, pasó a la Banda Oriental.
Tras estar presente en las acciones prerrevolucionarias, participó activamente en la Revolución de Mayo de 1810.
Fue Vocal de la Primera Junta de Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata y lideró el ejército, llevando la revolución al interior del país hasta el Paraguay y el Alto Perú.
El 27 de febrero de 1812, enarboló nuestro pabellón nacional por primera vez. Logró en Tucumán la primera victoria patria (el 24 de septiembre de 1812) y luego la de Salta el 20 de febrero de 1813; tras las victorias fue nombrado general. Por las posteriores derrotas de Vilcapugio y Ayohuma fue reemplazado por José de San Martín. Luego fue enviado a Europa en misión diplomática junto a Rivadavia. Regresó en febrero de 1816. San Martín y él son quienes más bregaron para que el Congreso de Tucumán de 1816 declarara la Independencia.
Años más tarde, su amigo José Balbín, quien siempre le asistía monetariamente en sus momentos de apremio, le prestó 2000 pesos para que pudiera regresar a Buenos Aires en 1819, tras haber viajado a Tucumán para conocer a su hija. Falleció al año siguiente.
Belgrano Masón
A fines del siglo XVIII es iniciado en la Logia «Independencia», que funcionaba desde 1795, con carta Constitutiva de la Gran Logia General Escocesa de Francia. Esta logia tenía por objeto lograr la independencia del Virreinato del Río de la Plata de cualquier dominación extranjera.
Como derivación de la «Logia Independencia», Belgrano integró la «Sociedad de los Siete», número de pertenencia claramente masónico, fundada por Juan José Castelli, miembro y Venerable Maestro de la «Logia Independencia». El grupo se reunió con la máxima discreción desde 1801 en la Jabonería de Vieytes y en el domicilio particular de Rodríguez Peña. Las acciones de la «Sociedad de los Siete» alcanzaron sus objetivos el 25 de mayo de 1810. Varios de sus integrantes pasaron a ocupar los principales cargos en la Primera Junta de Gobierno Patrio.
También con la denominación de «Logia Independencia», funcionó hacia 1810 una continuadora de la anterior, presidida por Julián Álvarez. Esa dependencia masónica colaboró muy activamente en la constitución de la «Logia Lautaro».
Algunas fuentes historiográficas señalan que cuando se hizo cargo del Ejército del Norte, fue nombrado Venerable Maestro de la Logia del Ejército del Norte. Y, durante sus años en Tucumán, Belgrano continuó trabajando masónicamente al fundar y presidir la Logia Argentina, que funcionó de acuerdo con el testimonio obtenido por Adolfo Saldías, en la casa de la familia Padilla, ubicada en cruz con el Cabildo. Belgrano se reunía en logia con sus principales oficiales, tales como su lugarteniente Gerónimo Helguera y los coroneles Cornelio Zelaya y Eustaquio Díaz Vélez.
Belgrano y la despedida de George Washington
Existe un paralelismo entre las vidas de los HH.·. Manuel Belgrano y George Washington, ambos héroes en la lucha emancipadora de las Américas. Ambos fueron precursores de las luchas comunes por la libertad e independencia. Sufrieron las deserciones de sus tropas, mal equipadas y mal alimentadas; también sufrieron la apatía de sus gobiernos, interesados muchas veces en los pequeños intereses locales y descuidando los grandes intereses nacionales. Finalmente, los dos continuaron siendo patriotas en la acepción más pura del término: “El que ama a la patria y procura celosamente su bien”.
Belgrano se interesó en la filosofía política de Washington. Según palabras de Mitre: “llevaba la patilla a la inglesa, como se ve en los retratos de la última época de Washington, que era su modelo político”. Tal era la admiración que sentía Belgrano por Washington, que el 2 de febrero de 1813, en la víspera de su batalla más importante, la batalla de Salta, se pasó la noche en su tienda de campaña escribiendo hasta cerca del alba. Estaba concluyendo por segunda vez su versión en castellano de la “Oración de despedida de Washington”, el documento que el 17 de septiembre de 1796, en vísperas de su retiro a la vida privada, Washington ordenó se publicara en la prensa. La despedida de Washington al pueblo de los Estados Unidos es un extenso documento, que abarca desde el campo de la defensa, del comercio, finanzas, problemas internos y política exterior. Este documento es fundamental en los años en que nacían los Estados Unidos como nación independiente. Belgrano fue la primera persona que tradujo este texto al castellano, 20 años antes que lo hiciera otra.
Ese mensaje constituye junto con La declaración de independencia, La Constitución y El discurso de Gettysburg, de Lincoln, los cuatro documentos más notables de la historia de los Estados Unidos. “La despedida”, desde 1901, se lee en alta voz por un senador designado anualmente a ese efecto, en el aniversario del natalicio de George Washington. La importancia de este documento queda probada, dado que no hay precedente análogo respecto de ningún otro documento del Estado.
Belgrano, anteriormente, en marzo de 1811, tenía ya casi terminada la misma traducción. En esas circunstancias se esperaba la batalla de Tacuarí, perfilándose la derrota inminente, por la superioridad en número de las tropas realistas, por lo cual tuvo que destruir esta traducción junto con el resto de sus papeles privados. En Tucumán, durante la primavera de 1812, recomenzó la tarea.
Belgrano compartía el anhelo apasionado de Washington por la Unidad. Consideraban que las rencillas entre los estados, o provincias, debían evitarse para que sus países pudieran ser suficientemente fuertes para mantenerse libres e independientes. En 1873, en el aniversario de la batalla de Tucumán, y en ocasión de la inauguración de la estatua de Belgrano, el general Bartolomé Mitre, una vez más aunó los nombres de Belgrano y Washington: “Han sido aclamados grandes con el aplauso de la conciencia humana y de la moral universal”.
Podría extenderme mucho sobre la vida de Belgrano pero quiero recordar dos cosas:
Cuando empezamos los trabajos, lo hacemos con el lema de “Ciencia, Justicia y Trabajo”.
Belgrano fue todo eso. En su pulimiento de la piedra bruta fue Abogado, periodista, estadista, militar y economista. Fue un convencido de la necesidad de la educación como fuente de progreso: “Fundar escuelas es sembrar en las almas” y “Un pueblo educado nunca puede ser esclavizado” fueron definiciones contundentes de su espíritu progresista.
Fue el primero en donar 70 libros para la constitución de una biblioteca pública creada por la Primera Junta. Cuando el gobierno, luego del triunfo en la batalla de Salta, le otorgó un premio de $ 40.000 (una fortuna en la época), donó el premio para la construcción y mantenimiento de 4 escuelas. Además, redactó su reglamento. Podemos decir que fue el primer promotor de la educación pública de nuestra historia y que incluyó la educación a las mujeres, poco corriente en esa época. Fue justo con sus amigos y adversarios. “En mis principios no entra causar males sino cortarlos”. “Me glorío de no haber engañado jamás a ningún hombre y de haber procedido constantemente por el sendero de la razón y de la justicia, a pesar de haber conocido la ingratitud”. También aseguró: “Que no se oiga ya que los ricos devoran a los pobres, y que la justicia es sólo para aquellos”.
Trabajó sin descanso en todas las tareas que se le asignaron, aún en aquéllas para las cuales no había sido preparado. Por último, cuando cerramos las tenidas juramos por nuestros principios: “Libertad, igualdad y fraternidad”. Belgrano luchó por esos principios durante toda su vida. El nos enseñó que “La vida es nada si la libertad se pierde”.
Buscó la igualdad de oportunidades al promover la educación para todos y su espíritu fue fraternal con todos los hombres que pusieron el bien común por sobre cualquier otro interés.
Belgrano fue un verdadero mártir. A pesar de todas las dificultades que tuvo, el desprecio de su gobierno, sus enfermedades y las limitaciones de aquella época. Vivió y luchó por sus creencias pensando y actuando, no en su beneficio, sino en los demás. Murió pobre, pero rico de espíritu. Así dijo: “Deseo ardorosamente el mejoramiento de los pueblos. El bien público está en todos los instantes ante mi vida”.
En los tiempos difíciles que nos tocan vivir, Belgrano, con su vida de sacrificio y su conducta moral, es el faro que ilumina el camino de los hombres y las mujeres de buena voluntad que aman su patria y quieren la felicidad para todos.
GLORIA Y HONOR AL ILUSTRE MANUEL BELGRANO !!!
GLORIA Y HONOR AL ILUSTRE PROCER MANUEL BELGRANO, QUE DESCANCE EN PAZ EN EL ORIENTE ETERNO !!!