En el templo masónico
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En el templo masónico
Francisco Ariza
Fuente: Extraído del libro Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica, de Siete Maestros Masones, cap. 29.
Sin duda, uno de los símbolos más importantes y que constituye un permanente tema de meditación en la Masonería es el Templo o Logia. Recinto donde se trabaja A La Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo, la Logia es un espacio sagrado que establece una línea de demarcación y separación con el mundo profano. Simbólicamente ella es como una isla en medio del océano turbulento de las «aguas inferiores» del mundo sublunar, dominio de la multiplicidad de las formas donde se agitan las pasiones que ocultan la pura Luz de la Verdad y del Conocimiento.
La conocida expresión «la Logia está a cubierto» se relaciona con las ideas de protección, de lugar cerrado y secreto, impermeable a las miradas e influencias profanas.
El Templo masónico se asimila a la caverna iniciática, un verdadero símbolo del cosmos muy extendido entre todas las tradiciones. Templo masónico y caverna iniciática se corresponden simbólicamente con el corazón, lugar central de todo ser a partir del cual se expande la fuerza y energía que lo vivifica y, a su vez, también el lugar donde se concentra.
Veamos qué nos dice a este respecto el Manual del Aprendiz:
- ¿Qué entendéis por la palabra «Logia»?
- Es el lugar sagrado que sirve de refugio a los Masones para cubrir sus trabajos.
- ¿Por qué los trabajos masónicos deben hacerse a cubierto?
- Porque todas las fuerzas que están destinadas a desplegarse útilmente fuera deben, al principio, estar concentradas sobre sí mismas para adquirir su máxima energía expansiva.
- ¿A qué puede compararse una Logia regularmente cubierta?
- A la célula orgánica, y más concretamente al huevo, que contiene un ser en potencia. Todo cerebro pensante figura como un taller cerrado, una asamblea deliberante, y al abrigo de la agitación exterior.
La caverna-templo masónica es la matriz, el athanor hermético donde se renace a la vida espiritual. Este renacimiento está tan solo mediatizado por la correcta e inteligente utilización de los instrumentos de geometría y de construcción que se encuentran en su interior. Estos instrumentos son símbolos, útiles apropiados para edificar nuestro propio Templo interior, y que como tales son portadores de un mensaje salvífico que nos regenera en tanto seamos capaces de descifrar su significado espiritual.
En este sentido, las tradiciones de constructores, a las que por herencia pertenece la Masonería actual, fundamentaban su modelo arquitectónico en un gesto divino primordial: la creación del Mundo. De ahí que, de una manera general, todos los templos, recintos y lugares de culto estuvieran construidos en base a la observación de la estructura misma del cosmos físico y material, la que a su vez expresa una arquitectura prototípica. La Tierra está representada por la planta rectangular o cuadrangular del edificio, determinada por la cruz de los ejes cardinales este-oeste y norte-sur, en los ángulos intermedios de la cual se emplazaban las cuatro piedras de fundación.
El espacio intermediario que separa la Tierra del Cielo, está representado por la posición de los pilares o columnas que lo elevan, situado cada uno de ellos en un punto cardinal. El Cielo está simbolizado en su parte superior por la bóveda o cúpula, como puede verse en las magníficas representaciones de la arquitectura árabe y cristiana. Sin embargo, la forma de la Logia masónica es más bien la de un paralelepípedo, lo que por otro lado, justifica la expresión «cuadrado largo» referida a sus dimensiones geométricas La forma circular –en este caso más bien semicircular– estaría representada por el hemiciclo situado a Oriente el lugar donde «nace la luz», y que no sería sino la proyección de la cúpula celeste en el plano horizontal del mundo, como es el caso del ábside en las iglesias y catedrales cristianas.
En la Logia, el hemiciclo es realmente lo que separa el Hikal del Debir. El Hikal es el Templo desde la puerta hasta los tres peldaños que suben a Oriente, que es propiamente el Debir. Por otro lado, estos tres peldaños aluden ya a la idea de elevación, de subida jerarquizada a otro plano de realidad superior. En el tercer peldaño y marcando la línea divisoria entre el Hikal y el Debir, se encuentra el Altar o Ara, que corresponde a la piedra fundamental del centro, donde son depositados el Volumen de la Ley Sagrada, el Compás y la Escuadra, las «Tres Grandes Luces» que iluminan espiritualmente la Logia.
En el Templo de Salomón el Hikal y el Debir eran considerados respectivamente como el Sanctum y el Sancta-Sanctorum (el Santo de los Santos), el lugar más sagrado y secreto del Templo, su corazón mismo. Aquí era depositada el Arca de la Alianza, residencia simbólica de la Shekinah o “Presencia Divina”. “Tú me ordenaste, dice Salomón a Yahveh en el libro de la Sabiduría, edificar un santuario en tu monte santo y un altar en la ciudad donde habitas, imitación de la Tienda santa que habías preparado desde el principio”.
El Templo masónico, como el Templo de Salomón, es la cristalización de una Idea arquetípica, y su estructura es análoga a la estructura cósmica. Él es el resultado de las correspondencias y leyes simbólicas que permanentemente tejen la realidad universal; es decir del orden, equilibrio y belleza con que dicha realidad se expresa. Siendo así, en la Logia nada es superfluo ni puesto al azar, sino que cada símbolo allí presente, así como cada gesto ritual, es significativo y está manifestando un tono, una nota, un color y un matiz particular de la Armonía del Mundo.
Al ser una imagen simbólica del cosmos, las dimensiones de la Logia son también universales:
¿Cuál es la forma de vuestra Logia?
Un rectángulo.
¿Cuál es su longitud?
De Este a Oeste.
¿Cuál es su anchura?
De Norte a Sur.
¿Cuál es su altura?
De pulgadas, de pies y de yardas innumerables que suben hasta los cielos (el Cenit).
¿Cuál es su profundidad?
De la superficie hasta el centro de la tierra (el Nadir).
Estas direcciones espaciales, surgidas simultáneamente por la irradiación de un punto central, crean un sistema de coordenadas donde lo alto, lo bajo, lo largo y lo ancho conforman la cruz de tres dimensiones. De aquí se deriva una geometría espiritual que era perfectamente conocida por los masones operativos, que la aplicaron en la orientación y disposición de los edificios sagrados.
En el plano cosmológico y psicológico, estas direcciones se toman como el símbolo de las diversas cualidades y tendencias incluidas en la naturaleza de los seres y del propio universo. Pensamos que quizá merezca la pena detenernos un momento en la explicación de lo que representan estas direcciones aplicadas concretamente a la naturaleza humana, y en correspondencia con la tríada cosmológica Cielo, Tierra e Infierno, o Mundo Inferior.
La tendencia ascendente sugiere las aspiraciones superiores del hombre en la evolución vertical hacia la perfección de su ser, en la búsqueda de su origen uno y eterno. En la Logia esta tendencia señala la dirección del polo celeste o Zenit, la estrella de donde cae en perpendicular la plomada ordenadora del Gran Arquitecto. En la tradición hindú esta energía ascendente es llamada sattwa y es asimilada a la luz del Conocimiento, del que la grandiosidad y luminosidad del cielo y las esferas planetarias y estelares constituyen el símbolo más representativo.
Por su parte, la dirección descendente indica lo contrario, es decir, la caída en la materialidad y en la naturaleza instintiva donde predominan la ignorancia y las «tinieblas exteriores» propias del mundo profano, que en cierto modo se opone al mundo superior y trascendente. Decimos en cierto modo porque en realidad nada puede oponerse a lo sagrado y a lo metafísico, que está por encima de cualquier dualidad. En la Logia esta tendencia es la que va desde la superficie al centro de la tierra, y es aquella que describe Dante cuando desciende a los infiernos en la primera parte de la Divina Comedia. Sin embargo, y debido al doble sentido incluido en todo símbolo que lo hace susceptible de una interpretación «benéfica» o «maléfica» según lo que con él se quiera significar, esta energía descendente, que los hindúes denominan tamas, está relacionada también con la fuerza gravitacional que atrae hacia el mundo inferior los efluvios sutiles y vivificadores del mundo superior.
A su vez, la cruz de los ejes Este-Oeste y Norte-Sur se considera como el plano de manifestación y desarrollo de todas las posibilidades contenidas en el estado de cualquier ser, por ejemplo el ser humano. Esta tendencia expansiva, que corresponde a rajas según la terminología hindú que estamos utilizando, es precisamente el plano-base de la Logia, donde se cumplen y realizan en toda su amplitud los trabajos y ritos del masón.
Estas cuatro direcciones del plano horizontal enmarcan y crucifican» toda nuestra existencia terrestre. En la Logia, que como hemos visto es un verdadero templo universal, estas direcciones cualifican y hacen significativo su espacio, según el orden marcado por las distintas posiciones del sol en su curso aparente alrededor de la tierra. Esta importancia concedida a los puntos cardinales es reconocida de una forma unánime por todas las culturas tradicionales, que ven en ellas regiones o espacios míticos gobernados por las divinidades celestes, que los «bendicen» con sus influencias.
En correspondencia directa con todo esto, la Masonería asigna a cada punto cardinal, y más concretamente a los tres puntos cardinales diurnos, Oriente, Mediodía y Occidente, cada uno de los tres Maestros encargados de dirigir los trabajos y el buen funcionamiento de la Logia. A Oriente, donde está el Delta o símbolo del Gran Arquitecto, se sitúa el Venerable Maestro. A Occidente el 1er Vigilante, encargado de la instrucción de los Compañeros. A Mediodía el 2º Vigilante, que asume la instrucción de los Aprendices, que a su vez moran en el Septentrión o Norte, donde se dice que la luz es todavía débil. Estas funciones nos dan una idea de la jerarquía que impregna toda la estructura masónica. Estos tres Maestros (denominados significativamente «las tres luces») se corresponden con cada uno de los tres niveles o planos cósmicos que anteriormente hemos mencionado.
Ahora bien, el templo del mundo, además de ser una estructura geométrica estática y espacial, incluye igualmente un tiempo cósmico y natural generado por el movimiento de los astros y planetas en el cielo. Esto está expresamente indicado en la Logia por las doce columnas que enmarcan la Logia, correspondiéndose con los doce signos zodiacales. Cinco situadas a Septentrión, cinco a Mediodía, y las dos restantes, las columnas J y B, a Occidente. Diremos que el Zodíaco simboliza el marco límite del universo visible, y su movimiento circular y fases cíclicas influyen en el cambio alternativo de las estaciones y en el mantenimiento y regeneración de la vida del cosmos y del hombre. Importa destacar en este sentido el papel que desempeñan las columnas J y B, que están relacionadas con los dos solsticios y con las dos tendencias ascendente-descendentes del ciclo anual.
Curiosamente el Templum –cuya raíz tem significa dividir– era el sector del cielo observado por el augur o adivino que delimitaba, mediante dos líneas que se cortaban en ángulo recto sobre su cabeza, una superficie bien determinada.
, y a determinar su influencia sobre el destino de los hombres. De esta forma era «fijado» en el espacio terrestre el transcurrir perenne de la rueda del tiempo y de los ritmos y ciclos cósmicos y naturales, que envuelven y penetran a los que participan conscientemente del rito sagrado.
En este sentido, y siguiendo con la descripción de la Logia, vemos que en el centro de la misma está situado el «pavimento mosaico», de cuadros alternativamente blancos y negros, exactamente como los del tablero de ajedrez. Es interesante observar que ese cuadriculado se constituye en el plano por la intersección de líneas horizontales y verticales, que son los ejes de coordenadas que simbolizan a la energía celeste y terrestre en permanente comunicación e interrelación; se trata, según otro simbolismo, del hilo y la trama que conforman el tejido o estructura del cosmos, la doble corriente de fuerzas pasiva-activa, femenina-masculina, yin-yang , que se manifiesta en todo ser vivo; de ahí que sea un símbolo verdaderamente universal perteneciente a todas las culturas tradicionales sin excepción. Asimismo, esta polaridad se representa por dos espirales cuyos movimientos alternativos describen la expansión y contracción de todo proceso rítmico de evolución e involución, nacimiento y muerte.
Es la imagen de la vida misma con sus luces y sombras y en la que el masón –o el iniciado sin más–, haciendo uso de la inteligencia simbólica conferida por la iniciación, debe ver una imagen de su propio laberinto y proceso interior.
De esta forma, entre este juego bipolar de energías contrarias, que, repitámoslo, se dan tanto en el mundo como en el hombre, el masón debe tender constantemente a su equilibrio, complementándolas en sí mismo, pues la auténtica función del hombre es la de servir de intermediario o puente entre lo de arriba y lo de abajo, la luz y la oscuridad, permitiendo así su comunicación, interrelación y síntesis.
Si el pavimento mosaico es la imagen simbólica del laberinto iniciático, en el centro mismo de él se deposita el «cuadro de la Logia», que es distinto en cada grado. Antiguamente en los ritos de las cofradías de constructores, el cuadro de la Logia era dibujado en el suelo cuando se abrían los trabajos, y al finalizar éstos se borraba. Precisamente este cuadro representa un esquema sintético de todo el Templo masónico, y los símbolos que contiene constituyen un lenguaje cifrado, criptográfico, que al ser comprendido revela los «secretos» propios del grado respectivo. El hecho de que este cuadro esté en el centro del laberinto-mosaico nos indica que en su desciframiento debe basarse todo el trabajo del masón, pues el recorrido por el laberinto (del «perderse para encontrarse») no tiene otro fin y objetivo que el de captar su sentido y significado, y éste sólo se encuentra en el centro del mismo, en su corazón, donde se halla la clave, la llave, que da acceso a los estados superiores o a otras lecturas más universales de uno mismo.
Es entonces perfectamente coherente con su simbología, que sea alrededor de este cuadro donde se efectúa el importante rito de la cadena de unión, rito en el que se invoca al Gran Arquitecto del Universo, a su potencia creadora e iluminativa, e implícitamente también la energía espiritual de todos los antepasados que participaron en la edificación del Templo y en la perpetuación de la Tradición. En efecto, esa invocación «hacia lo alto» se realiza mediante la unión encadenada y fraterna de todos los hermanos de la Logia, siendo esa unión el soporte para la manifestación de la influencia sagrada:
“Santísimo y Glorioso El Shaddai (Dios Todopoderoso en hebreo), tú, Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra, Donador de todos los Bienes y Gracias; y que has prometido que allí donde dos o tres se reúnan en tu Nombre, estarás en medio de ellos; en tu Nombre nos reunimos y humildemente imploramos tu bendición en todas nuestras acciones; danos tu Santo Espíritu para que nuestros espíritus se iluminen de sabiduría y comprensión hacia nuestro Venerable y Digno Oficio de Francmasones, a fin de poder conocerte y servirte; que todos nuestros esfuerzos tiendan a tu Gloria y a la salud de nuestras Almas. Nosotros te lo pedimos humildemente en tu Nombre, Oh, El Shaddai”.
Así, mediante la perfecta armonía de lo particular o individual se hace presente lo universal, produciéndose una comunicación permanente y vivificadora entre los respectivos planos o niveles que conforman la estructura invisible de la organización iniciática, y por analogía de cada uno de los miembros que la componen.
Este importante rito de la Masonería está presidido, si así pudiéramos decir, por las «Tres Pequeñas Luces» que son los tres pilares de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza, (situados alrededor del cuadro de la Logia), pilares que tienen un significado eminentemente operativo, ya que con su encendido se abren los trabajos y con su apagado se cierran. Y operativo también porque a cada apertura y clausura son proferidas estas seis invocaciones por parte del Venerable Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante, respectivamente:
-Para la Apertura.
¡Que la Sabiduría presida la construcción de nuestro Templo!
¡Que la Fuerza lo sostenga!
¡Que la Belleza lo adorne!
-Para la Clausura.
¡Que la Paz reine sobre la Tierra!
¡Que el Amor reine entre los hombres!
¡Que la Alegría esté en los corazones!
Fijémonos bien en el sentido que –entre otros– encierran estas seis exclamaciones pronunciadas por las tres máximas jerarquías del taller masónico. Las tres primeras se refieren a la acción constructora del Templo interno con la ayuda de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza, que son tres nombres o virtudes emanadas del Gran Arquitecto, tres estrellas (así son llamados también los tres pilares) que deben alumbrarnos y guiarnos en el camino hacia nuestro centro arquetípico; es por lo tanto una acción concentrada, hacia nuestro propio universo interior. Las tres últimas exclamaciones son un mensaje de Paz, Amor y Alegría lanzado al mundo y a los hombres; es por lo tanto una acción expansiva, hacia el exterior, pues el masón es, en definitiva, hermano de todos los hombres y ciudadano del mundo, que es la Logia universal.
Me ha encantado cómo lo describís y explicáis de una forma relativamente breve y a la vez tan Profunda. Saludos!
Excelente:. Log:. «Seis de Agosto» N° 111 Perú
Excelente documento sobre el Templo, bien llevado y explicado, solo nos resta reflexionar al respecto. Felicidades.